"AL DOCTOR CABRERA LO MAREAN"
SE LEVANTA EL TELÓN
NARRADOR. – Estimado público, imagínense que este escenario es la sala de
consultas de un médico. Son las nueve de la mañana y justo en este preciso
momento llega a su consulta el doctor Cabrera.
ENFERMERA.- ¡Buenos días doctor Cabrera!
DOCTOR.- Buenos días enfermera.
ENFERMERA. - ¿Ha descansado usted bien?
DOCTOR. – Si he descansado bien.
ENFERMERA. - ¿Viene usted con fuerzas y gana de trabajar?
DOCTOR. – Si vengo con fuerzas. Déjese de rollos y haga pasar al primer
paciente.
ENFERMERA.- Muy bien doctor. Como usted quiera, voy a pasar al primer
paciente. ¡Tilín, tilín, tilín, tilón! Doña Paquita Retuerta, pase a la
consulta por favor.
(Entra la primera paciente que es la viejecita. Se dirige hacia un extremo del
escenario donde hay colgada una bata y comienza a hablarle como si fuera el
médico, la voz de la viejecita debe ser titubeante y algo tartamuda)
NARRADOR. – La primera paciente era una viejecita, un poco ida y
despistada que había perdido la memoria, la pobre.
VIEJECITA.- Doctor tiene que curarme. Tengo mucho reuma. Tengo reuma en
el brazo, en la pierna y en el pelo. El pelo lo tengo lleno de canas con reuma.
También tengo un gato en la casa y un día llegó el fontanero y…
DOCTOR.- ¡Enfermera! Traiga aquí a esa viejecita. No ve que le está hablando a
mi bata.
ENFERMERA.- Venga conmigo y siéntese aquí.
(La sienta en una silla delante de la mesa del doctor)
DOCTOR.- Dígame qué le pasa.
VIEJECITA.- Verá usted señor cura. (Se da la vuelta en la silla y mira
la bata otra vez) Mi marido, que en gloria esté (se santigua), era ferroviario
y yo tenía que ir al río a lavar la ropa.
DOCTOR.- ¡Que estoy aquí! (Lo dice con voz fuerte y con tono muy
enfadado)
VIEJECITA.- ¡Qué susto me ha dado, demontre de hombre, ¿Qué le pasa a
usted? ¿Qué hace en mi casa?
DOCTOR.- Yo no estoy en su casa, es usted la que está en mi consulta.
Dígame lo que le pasa.
VIEJECITA.- Le decía señor electricista que me encontré con el señor
cura y le estaba yo contando (Se da la vuelta y mira hacia la bata) que mi
marido pobrecito que en gloria esté (se santigua), era ferroviario y…me se va
la memoria, se me va la memoria sabe usted. (Se queda callada)
DOCTOR.- (Viendo que no le hace caso en mirarlo de frente, opta por
ponerse en pie y se acerca a la viejecita) Si ya lo sé, y usted iba al río a
lavar la ropa. Siga, siga.
VIEJECITA. - No a mi no me gusta la sopa, le decía que mi marido que se
llamaba Juan il herrero era ferroviario.
DOCTOR. - ¿Herrero o ferroviario? ¿En qué quedamos? Bueno si señora, eso
ya me lo ha dicho pero dígame a qué ha venido usted.
VIEJECITA. - ¿Qué a qué he venido yo? Pues no se, verá usted señor
barbero es que se me va la memoria.
DOCTOR. - Pues trate de recordar señora y dígame qué es lo que le pasa y
qué quiere.
VIEJECITA.- No, si, claro, ahora me acuerdo, señor alcalde. Yo venía
aquí a por una ramita de perejil.
DOCTOR.- Con que al final resulta que lo que usted quería era una ramita
de perejil. ¡Esto es el colmo!
ENFERMERA.- ¿Pero qué se ha creído usted? Aquí no tenemos perejil.
VIEJECITA.- Pues si no tienen perejil yo me voy corriendo, que me se
hace tarde para ir al médico.
(Sale del escenario)
DOCTOR. - Pero si el médico soy yo, o a lo mejor ya no lo soy, que soy
ferroviario o alcalde de Cuenca. ¡Esto es el colmo! ¡Vaya una forma de empezar
las consultas! ¡Me van a volver loco!
ENFERMERA. – Ya se lo advertí yo antes doctor pero no se irrite , que
era una pobre viejecita.
DOCTOR. – No me irrito, es verdad, no quiero irritarme tan temprano.
ENFERMERA. – Así me gusta. ¿Puedo pasar ya al segundo paciente?
DOCTOR.- De acuerdo, enfermera, haga pasar al siguiente paciente.
NARRADOR. – El buen doctor se repuso de la primera irritación y se
dispuso para recibir a otro paciente que era un hombre muy gruñón.
ENFERMERA. – ¡Tilín tilín, tilín tilán! Que pase el siguiente paciente;
don Alberto Canarias el Cascarrabias.
DOCTOR. - ¡Dios mío, don Alberto el Cascarrabias! (Dirigiéndose al
público) Este es un paciente muy gruñón, siempre viene peleando y protestando
por todo.
(Entra el paciente y se pone delante del doctor con aspecto de enfadado)
DOCTOR. - ¡Hombre, don Alberto Canarias! ¡Buenos días!
(Le tiende la mano para saludarlo pero el otro no le hace caso)
D. ALBERTO. - ¡Cómo que buenos días, como que buenos días muy malos
días!
DOCTOR. – Bueno, no se enfade, como usted quiera.
D. ALBERTO. - ¡Cómo que no me enfade, cómo que no me enfade! Tengo
razones de más para enfadarme.
DOCTOR. – Pues si quiere enfadarse se enfade quiero decirle que a mí me
da igual. Haga lo que usted quiera.
D. ALBERTO. - ¡Pero cómo puede decirle un doctor a un paciente que le da
igual! ¿Qué clase de doctor es usted?
DOCTOR. – No es eso. Quería decir… bueno nada dígame ¿qué le pasa?
D. ALBERTO. - ¿Que qué me pasa que qué me pasa? Eso lo sabrá usted que es
el médico.
DOCTOR. – Si, bueno he querido decir que ¿qué le pasa para estar tan
irritado?
D. ALBERTO. – ¿Ahora dice usted que estoy irritado? ¿Yo estoy irritado?
(Da un puñetazo en la mesa y lo dice tan enfadado que el médico se asusta y
esconde su cara detrás de un folio)
No se esconda y de la cara cobarde. ¿Yo estoy irritado?
DOCTOR. – (Hablando con miedo) Yo creo que sí.
D. ALBERTO. – (Dando otro puñetazo en la mesa) ¡Pues claro que estoy
irritado, y muy irritado, tengo motivos para estarlo. Pregúnteme por qué estoy
tan irritado. Eso es lo que me tiene que preguntar.
DOCTOR. – ¿Por qué está tan irritado don Alberto?
D. ALBERTO. – Porque no he podido dormir, no he pegado ojo en toda la
noche.
DOCTOR. – Pues si es ese el problema, yo le garantizo que se lo puedo
solucionar.
D. ALBERTO. - ¿Cómo piensa solucionar mi problema, haber? Me parece a mí
que se cree usted muy listillo.
DOCTOR. – No señor, solo soy un médico y le puedo asegurar que usted
padece insomnio que hace que usted no pueda dormirse y para eso existe una
medicina llamada somnífero que con una pastillita cada noche dormirá usted como
un lirón.
D. ALBERTO. - ¿Y ya está?
DOCTOR. – Si señor.
D. ALBERTO. - ¿Y se queda dormido el bicho?
DOCTOR. – Cae como un tronco.
(El paciente hace como que se va pero vuelve)
D. ALBERTO. – Si ya decía yo que usted era un mal médico. ¿Me puede
decir quién le va dar la pastilla al bicho?
DOCTOR. – Pues usted mismo.
D. ALBERTO. – De eso nada, yo no se la doy, ¿Qué quiere usted que me
muerda el bicho?
MÉDICO. – Pero de qué bicho está usted hablando hombre de Dios.
D. ALBERTO. – Del perro de mi vecina.
DOCTOR. – Yo cada vez me entero menos.
D. ALBERTO. – Será porque es usted un mal médico, porque la cosa está
bien clara.
DOCTOR. – (Poniendo gesto de resignación) Vamos a empezar otra vez por
el principio. Usted viene a mi consulta diciendo que no puede dormir. ¿De
acuerdo?
D. ALBERTO. – Sí.
DOCTOR. – Yo le receto unas pastillas para el insomnio.
D. ALBERTO. – Sí.
DOCTOR. – Le pregunto. ¿Se va usted a tomar las pastillas para dormir?
D. ALBERTO. – No.
DOCTOR. - ¿Y dice que le va a dar las pastillas al perro de su vecina?
D. ALBERTO. – Sí, eso es.
DOCTOR. – Pues no me entero.
D. ALBERTO. – No se entera porque es usted un ignorante y además un mal
médico.
DOCTOR. – ¿Por qué soy un mal médico?
D. ALBERTO. – Porque no se ha interesado por la causa de mi insomnio.
Cuando yo le dije que no podía dormir usted debía de haberme preguntado por qué
no podía dormir.
DOCTOR. – Pues bueno se lo pregunto ahora. ¿Por qué no duerme por la
noche don Alberto?
D. ALBERTO. – Pues porque el perro de mi vecina no para de ladrar. Por
eso no me puedo dormir.
DOCTOR. - ¡Virgen Santa! (Pone cara de asombro y se queda con la boca
abierta)
D. ALBERTO. – No se quede callado con la boca abierta que se le va a
llenar de moscas y dígame si le doy las pastillas al perro o no.
DOCTOR. – No ese somnífero es para las personas a los animales no le
hace efecto. Vaya usted al veterinario.
D. ALBERTO. – Ahora me manda al veterinario, después de estar aquí media
hora me manda al veterinario. Con razón dice todo el mundo que es usted un mal
médico. Me voy a mi casa a pegarle cuatro tiros al perro.
(D. Alberto se va como entró, muy malhumorado)
NARRADOR. – Como es natural el doctor se quedó hecho polvo después de
atender a don Alberto el Cascarrabias.
DOCTOR. - ¡Qué paliza de hombre, me pone de los nervios! Es que si por
mí fuera no lo atendería más. Necesito un tranquilizante para poder continuar
la consulta.
ENFERMERA. – No es bueno que se tome tantos tranquilizantes que se va a
quedar dormido.
DOCTOR. – ¡Pero si no me he tomado ninguno!
ENFERMERA. – Mejor así le paso al siguiente paciente.
DOCTOR. – Vale pero como pierda los nervios no respondo.
ENFERMERA.- ¡Tilín, tilín, tilín, tilín! Que pase el siguiente paciente.
Don José María Galimatías.
NARRADOR. – El siguiente paciente era un hombre que estaba loco de
remate.
DON JOSÉ MARÍA. – Enfermera yo me llamo José María Galimatías y tengo
tres pollitos en la barriga.
ENFERMERA. - ¿Y a mí qué me cuenta usted? Eso dígaselo al médico
D. JOSÉ MARÍA. - ¡Buenos días doctor!
MÉDICO. - ¡Buenos días! Veamos ¿Cómo se llama usted?
DON JOSÉ MARÍA. – Me llamo José María Galimatías.
MÉDICO. – (Hace como que escribe y dice) José María Galimatías, bien. ¿Y
qué le pasa a usted?
DON JOSÉ MARÍA. – Pues que tengo tres pollitos en la barriga.
MÉDICO. – (Sigue escribiendo) Tiene tres pollitos en la barriga. Querrá
decir usted que se ha comido tres pollitos y que los tiene todavía en la
barriga. ¿No?
DON JOSÉ MARÍA. – No.
MÉDICO. – Pues entonces. ¿Qué hacen los pollitos en su barriga?
DON JOSÉ MARÍA. – Uno me canta otro me pía y el otro me llama José María
Galimatías. ¡Ja, ja, je, je, ji, ji, jo, jo, ju, ju!
MÉDICO. – (Pone caras raras) Creo que me
he perdido algo y no me he enterado bien. Vamos a empezar de nuevo. ¿Cómo se
llama usted?
DON JOSÉ MARÍA. – Me llamo José María Galimatías.
MÉDICO. – Muy bien. Ahora dígame qué le pasa.
DON JOSÉ MARÍA. – Que tengo tres pollitos en la barriga.
MÉDICO. – Eso ya no me gusta. ¿Y qué hacen los pollitos en su barriga,
estarán haciendo la digestión?
DON JOSÉ MARÍA. – No señor.
MÉDICO. – Entonces. ¿Qué hacen vamos a ver?
DON JOSÉ MARÍA. – Uno me canta, otro me pía y el otro me llama José
María Galimatías.
MÉDICO. – (Vuelve a poner caras raras, mira al público, se queda callado
por espacio de cinco segundos y…) ¿Y qué más le dicen los pollitos?
DON JOSÉ MARÍA. - Pues me dicen también “estás como una cabra José
María” ¡Ja, ja, je, je, ji, ji, jo, jo, ju, ju!
MÉDICO. - ¡Y qué razón tienen!
DON JOSÉ MARÍA. – ( Se acerca al médico y le dice en la cara) Me llamo
José María Galimatías y tengo tres pollitos en la barriga, uno me canta, otro
me pía y el otro me llama José María Galimatías. ¡Ja, ja, je, je, ji, ji, jo,
jo, ju, ju!
MÉDICO. – (Asustado) ¡Enfermera! Quíteme a este loco de encima, que es
contagioso y me va a pegar su locura.
(La enfermera coge de un brazo a don José María y tira de él)
ENFERMERA. - ¿Y qué hago con él doctor?
MÉDICO. – Dale una patada en el culo y mándalo al manicomio.
(La enfermera hace lo que le dice el médico)
ENFERMERA. - ¡Toma, vete al manicomio tú y tus pollitos!
DON JOSÉ MARÍA. – (Hace como que se cae) ¡Ay!
MÉDICO. – Enfermera, haga pasar al siguiente paciente.
ENFERMERA. – Que pase el siguiente paciente: don Fernando Candelas el
del dolor de muelas.
NARRADOR. – El siguiente paciente era un buen hombre que traía un dolor
de muelas grandísimo, la cara muy inflamada por un flemón y claro así no podía
ni hablar.
DOCTOR.- Siéntese ahí y dígame lo que le pasa.
DON FERNANDO.- (Hace como que no puede hablar y señala su cara) E. E. U.
E. E. LA. U. E. LA. (Tiene que quedar claro que quiere decir “que me duele la
muela”)
DOCTOR.- ¿Cómo dice? ¿Qué vende a su abuela?
DON FERNANDO.- No, no. (Repite lo mismo que la vez anterior)
E. E. U. E. E. LA. U. E. LA.
DOCTOR. – Que la mesa se vuela. ¿Está usted loco?
D. FERNANDO. - Que me duele la muela. (Ahora lo pronuncia bien)
DOCTOR. - ¿Que le duele la muela? Muy bien. Abra la boca.
(El paciente abre la boca y el doctor lo mira)
NARRADOR. – El doctor que a estas alturas ya estaba harto y más que
harto la pagó con la muela de don Fernando.
DOCTOR.- Ya la veo. Tiene una muela picada. Maldita muela, se le ha
picado la muy mala y por eso le duele. Pero no se preocupe, le voy a dar una
paliza a la muela que se va a enterar.
DON FERNANDO.- ¿Me A. doler U. O? (Tiene que entenderse “¿me va a doler
mucho?”
DOCTOR.- Sí, pero luego se le pasa. Enfermera tráigame los alicates, el
destornillador y la llave inglesa.
ENFERMERA.- Aquí los tiene doctor.
(El doctor los coge y hace ruido, dando golpes uno contra otro)
DOCTOR. Sí, están en perfecto estado. Le voy a sacar la muela en un
santiamén. Pero antes voy a darle a la muela una buena paliza.
D. FERNANDO. - Un momento, ¿Qué dice usted? ¿Me va a pegar una paliza?
DOCTOR. - No a usted no, ¡Por Dios, yo no le pego nunca a mis pacientes.
D. FERNANDO. - ¡Ah, bueno!
DOCTOR. - Me refería a su muela, mire, para empezar le daré un
martillazo así (Da un golpe con el martillo en la mesa o en otro sitio) por ser
tan mala.
D. FERNANDO. - ¿A mi muela?
DOCTOR. - Si. A su muela, a su muela. Y luego la voy a coger con las
tenazas y la voy a retorcer así y así, por producirle dolor a usted (Coge con
las tenazas algún objeto y lo retuerce).
D. FERNANDO. - Pero ¿A quién le va a hacer eso?
DOCTOR.- A su muela, por supuesto, usted no se preocupe.
D. FERNANDO. - ¡Ahh!
DOCTOR. - Y después cojo el sacacorchos y se lo clavo así y la saco, y
cuando la tenga cogida la tiraré contra el suelo y la pisaré y la machacaré por
haber sido tan mala y haberle dolido. Abra la boca.
(El enfermo ante este alarde del médico pone cara de susto, se levanta de la
silla y va retrocediendo)
DON FERNANDO.- Un momento doctor, creo que ya no tiene que hacerle eso a
mi muela. Se ve que se ha asustado al ver las cosas que le iba a hacer y ya no
me duele.
DOCTOR. - No me diga. ¿Ya no le duele?
(D. Fernando se levanta y se dispone a irse)
DON FERNANDO. - Parece que ya me duele menos... (Da dos pasos por el
escenario) pero ¡Ay! Otra vez me duele.
DOCTOR. - Siéntese, siéntese. ¡Enfermera, el martillo! Que le voy a
atizar a la muela.
(La enfermera le da el martillo al doctor)
D. FERNANDO. - Espere, espere doctor.
DOCTOR. - ¿Qué pasa ahora?
D. FERNANDO. - ¡Que ya no me duele, que ya no me duele!
(Se levanta y hace como que se va)
DOCTOR. - Entonces ¿ya no se la saco?
D. FERNANDO. - No doctor. Me voy a mi casa a...¡Ay, ay, otra vez me
duele!
DOCTOR. - Pues venga siéntese otra vez que se va a enterar esa maldita
muela lo que le voy a hacer.
(Se sienta)
D. FERNANDO. - ¿Qué le va a hacer ahora a la muela?
DOCTOR. - Que ¿qué le voy a hacer? Que ¿qué le voy a hacer? Voy ahora a
por la escopeta y le pego cuatro tiros a esa maldita muela que ya me está
cabreando a mí. ¡Enfermera la escopeta!
ENFERMERA. - Ahora mismo se la traigo doctor.
D. FERNANDO. – Doctor, me voy a mi casa.
DOCTOR. - ¿Es que ya no le duele la muela?
D. FERNANDO. – Si, me duele mucho pero me acabo de cagar los pantalones.
(Sale corriendo por el escenario perseguido por el doctor)
DOCTOR.- Espere hombre, que si no le saco la muela le puedo matar el
nervio de un tiro.
DON FERNANDO. ¡No quiero! ¡Está usted loco! ¡Me voy! (Sale
definitivamente)
ENFERMERA. – Me da a mí doctor que se ha pasado usted un pelín con este
paciente.
DOCTOR. – Pero si con él no me he metido era con su muela.
ENFERMERA. – A mí no me engaña, usted ha hecho todo esto para que se
cagara de miedo y creo que lo ha conseguido.
DOCTOR.- Bueno vale, estaba muy cansado y nervioso. Enfermera, guarde
las herramientas y pase al siguiente paciente.
ENFERMERA. – Las siguientes pacientes son las dos hermanas gemelas;
Pamela y Carmela.
(Pasan las dos gemelas)
NARRADOR. – Las dos últimas pacientes eran dos hermanas gemelas
empeñadas en demostrar que siempre le pasaban las mismas cosas a la vez.
GEMELAS. - ¡Buenos días doctor!
DOCTOR. - ¡Buenos días. Decidme cómo os llamáis.
GEMELAS. - Somos las hermanas gemelas Pamela y Carmela.
MELA. – Yo soy Pamela, hermana gemela de Carmela.
CARMELA. – Y yo Carmela hermana gemela de Pamela.
GEMELAS. - ¿Se ha enterado bien?
DOCTOR. – Si muy bien.
GEMELAS. – Pensamos que no. Vamos a cambiarnos. (Se cambian de sitio) A
ver doctor. ¿Quién soy yo? Y ¿Quién es ella?
DOCTOR. – Tú eres Carmela y tu Pamela.
GEMELAS. – No ha acertado. Yo soy Pamela y esta es mi hermana gemela
Carmela. ¿Se ha enterado ya?
DOCTOR. – Y yo soy su abuela… vale de adivinanzas y decid lo que os
pasa. ¿A qué habéis venido al médico las dos juntas?
GEMELAS – Venimos juntas porque somos gemelas ya se lo hemos dicho.
DOCTOR. - ¿Y qué tiene que ver?
GEMELAS. – Pues que todo lo hacemos a la vez. Comemos. A la vez, bebemos
a la vez y nos ponemos malas a la vez.
DOCTOR. - ¿Y también os tiráis los pedos a la vez?
GEMELAS. - ¡Qué marrano es usted!
DOCTOR. - ¡Bueno dejar de marearme y decidme lo que os pasa!
CARMELA. – A mí doctor me duele la cabeza, la garganta y tengo tos.
DOCTOR. – Está claro que usted tiene la gripe. ¿Y a usted qué le pasa?
PAMELA. – Que también tengo la gripe.
DOCTOR. – Pero dígame qué síntomas tiene. ¿Le duele la cabeza, la
garganta y también tiene tos?
PAMELA. – No doctor. A mí me pican las orejas y me aprietan los zapatos.
DOCTOR. – (Poniendo cara de alucinado) ¿Qué?
PAMELA. – Lo que le he dicho que a mí me pican las orejas y me aprietan
los zapatos nada más.
DOCTOR - ¿Y por eso viene al médico?
PAMELA. – Si y porque soy hermana gemela de Carmela y las dos nos
ponemos malas a la vez y nos pasan las mismas cosas.
DOCTOR. – Pues ahora no le pasa lo mismo porque usted no tiene gripe y
ella sí.
PAMELA. – Usted qué sabe. Yo tengo lo mismo que mi hermana y ya está que
para eso somos gemelas.
DOCTOR. – Con que yo que se, con que yo que se le voy a…(El doctor
empieza a dar porrazos y a hacer gestos raros, la enfermera lo ve…)
ENFERMERA. – Tómese la pastilla doctor, el tranquilizante.
(El doctor hace como que se toma una pastilla)
¿Se encuentra ya mejor doctor?
DOCTOR. – Si ya me encuentro mejor pero llévese de aquí a las dos
gemelas que me van a volver loco.
GEMELAS. - ¿Y nos va a echar de aquí sin recetarnos nada?
DOCTOR. – A la que tiene la gripe si le receto un antigripal.
PAMELA. - ¿Y yo también me tomo el antigripal?
DOCTOR. – No a usted si le pican las orejas se las lava que seguro que
es porque las tiene sucias. Y si le aprietan los zapatos se los quita y los
tira a la basura.
PAMELA. – Pero si son nuevos. ¡Cómo los voy a tirar!
DOCTOR. – Pues no los tire. Haga lo que le de la gana. Y usted tome la
receta y se compre el antigripal y ahora váyanse las dos y déjenme en paz.
GEMELAS. – Si nos vamos y ¿sabe lo que vamos a hacer?
DOCTOR. – Si, a comprarse unos zapatos y las medicinas.
GEMELAS. – Pues no, vamos a comprarnos un bikini y nos vamos de
vacaciones al Caribe. ¡Adiós!
DOCTOR. – Entonces ¿para qué han venido al médico? Esto es el colmo, yo
es que las mataba. (Empieza otra vez a hacer gestos)
ENFERMERA. – Tranquilo doctor, tranquilo.
DOCTOR. – Si es que esto es el colmo, ¿para qué vendrá la gente al
médico?
ENFERMERA. – En eso tiene usted toda la razón vienen al médico lo mismo
que al “Carrefur”. Bueno. ¿Se encuentra usted ya descansado y tranquilo?
DOCTOR. – Si ya estoy tranquilo.
NARRADOR. – El doctor hizo lo que pudo por tranquilizarse y ordenó que
pasara su último paciente que era una señorita muy delicada y muy fisna que
había llegado de Madrís.
ENFERMERA.- ¡Tilín, tilín, tilín, tilín! Que pase la señorita Marisol
Martín procedente de Madrid.
(Entra en la consulta la señorita, contoneándose y hablando cursi)
MARISOL.- ¡Buenísimos días, días! ¿Es usted el doctor Cabreras?
DOCTOR.- Sí. Siéntese por favor y dígame lo que le pasa.
MARI SOL.- Verá doctor. ¡Ji, Ji, Ji! Pues no lo sé.
DOCTOR.- ¡Cómo que no lo sabe!
MARI SOL.- No lo sé doctor, porque unas veces me encuentro mal y otras
me encuentro bien.
DOCTOR.-¡Que raro! Vamos a ver. Empecemos por arriba ¿Como anda de la
cabeza?
MARISOL.- La cabeza, doctor, a veces se me va y a veces se me viene.
DOCTOR.- ¡Qué raro! Y la garganta. ¿Le duele?
MARISOL.- Pues la garganta, unos días me duele y otros días no me duele.
¿Es grave doctor?
DOCTOR.- No lo sé. Veamos el corazón.
MARISOL.- El corazón doctor, a veces lo siento y otras veces no lo
siento.
(El doctor empieza a poner caras raras, mira a la paciente, mira al público,
levanta los hombros)
DOCTOR.- Bueno, eso es normal. Pasemos al estómago. ¿Hace bien la
digestión?
MARISOL.- La digestión la hago y no la hago; pero un día se me cortó.
(El doctor pone caro de extrañado)
DOCTOR.-Pero ¿le duele?
MARISOL.- Pues verá usted, parece que me duele pero no me duele.
(El doctor sigue poniendo cara de mosqueo)
DOCTOR.- Bueno, veamos el vientre. ¿Hace usted de vientre?
MARISOL.- Unos días sí y otros días no. Cuando me entra gana. ¡Qué cosas
tiene usted! ¿Es grave doctor? ¿Me receta algo?
(El doctor ha llegado ya al límite de su paciencia y explota)
DOCTOR.- (Con voz fuerte muy irritado) Mire usted esta receta: ¿La ve?
MARISOL.- Sí doctor.
DOCTOR.- Pues si quiere va con ella a la farmacia y si no quiere no
vaya. Si va a la farmacia la compra y si no quiere no la compra. Si la compra
se la toma y si no quiere no se la toma. Y al final usted se cura pero no se
cura, porque yo hago como que se la doy pero no se la doy. Y ya puede usted
irse para su casa, porque yo no soy el médico que soy un fontanero.
(Se quita la bata de médico y se queda con el traje de fontanero)
Y ahora me voy a arreglar un grifo.
MARISOL. - (Abre la boca y lo mira embobada) ¡Virgen Santa! ¡Si no lo
veo no lo creo!
FIN
"AL DOCTOR CABRERA LO MAREAN"
SE LEVANTA EL TELÓN
NARRADOR. – Estimado público, imagínense que este escenario es la sala de
consultas de un médico. Son las nueve de la mañana y justo en este preciso
momento llega a su consulta el doctor Cabrera.
ENFERMERA.- ¡Buenos días doctor Cabrera!
DOCTOR.- Buenos días enfermera.
ENFERMERA. - ¿Ha descansado usted bien?
DOCTOR. – Si he descansado bien.
ENFERMERA. - ¿Viene usted con fuerzas y gana de trabajar?
DOCTOR. – Si vengo con fuerzas. Déjese de rollos y haga pasar al primer
paciente.
ENFERMERA.- Muy bien doctor. Como usted quiera, voy a pasar al primer
paciente. ¡Tilín, tilín, tilín, tilón! Doña Paquita Retuerta, pase a la
consulta por favor.
(Entra la primera paciente que es la viejecita. Se dirige hacia un extremo del
escenario donde hay colgada una bata y comienza a hablarle como si fuera el
médico, la voz de la viejecita debe ser titubeante y algo tartamuda)
NARRADOR. – La primera paciente era una viejecita, un poco ida y
despistada que había perdido la memoria, la pobre.
VIEJECITA.- Doctor tiene que curarme. Tengo mucho reuma. Tengo reuma en
el brazo, en la pierna y en el pelo. El pelo lo tengo lleno de canas con reuma.
También tengo un gato en la casa y un día llegó el fontanero y…
DOCTOR.- ¡Enfermera! Traiga aquí a esa viejecita. No ve que le está hablando a
mi bata.
ENFERMERA.- Venga conmigo y siéntese aquí.
(La sienta en una silla delante de la mesa del doctor)
DOCTOR.- Dígame qué le pasa.
VIEJECITA.- Verá usted señor cura. (Se da la vuelta en la silla y mira
la bata otra vez) Mi marido, que en gloria esté (se santigua), era ferroviario
y yo tenía que ir al río a lavar la ropa.
DOCTOR.- ¡Que estoy aquí! (Lo dice con voz fuerte y con tono muy
enfadado)
VIEJECITA.- ¡Qué susto me ha dado, demontre de hombre, ¿Qué le pasa a
usted? ¿Qué hace en mi casa?
DOCTOR.- Yo no estoy en su casa, es usted la que está en mi consulta.
Dígame lo que le pasa.
VIEJECITA.- Le decía señor electricista que me encontré con el señor
cura y le estaba yo contando (Se da la vuelta y mira hacia la bata) que mi
marido pobrecito que en gloria esté (se santigua), era ferroviario y…me se va
la memoria, se me va la memoria sabe usted. (Se queda callada)
DOCTOR.- (Viendo que no le hace caso en mirarlo de frente, opta por
ponerse en pie y se acerca a la viejecita) Si ya lo sé, y usted iba al río a
lavar la ropa. Siga, siga.
VIEJECITA. - No a mi no me gusta la sopa, le decía que mi marido que se
llamaba Juan il herrero era ferroviario.
DOCTOR. - ¿Herrero o ferroviario? ¿En qué quedamos? Bueno si señora, eso
ya me lo ha dicho pero dígame a qué ha venido usted.
VIEJECITA. - ¿Qué a qué he venido yo? Pues no se, verá usted señor
barbero es que se me va la memoria.
DOCTOR. - Pues trate de recordar señora y dígame qué es lo que le pasa y
qué quiere.
VIEJECITA.- No, si, claro, ahora me acuerdo, señor alcalde. Yo venía
aquí a por una ramita de perejil.
DOCTOR.- Con que al final resulta que lo que usted quería era una ramita
de perejil. ¡Esto es el colmo!
ENFERMERA.- ¿Pero qué se ha creído usted? Aquí no tenemos perejil.
VIEJECITA.- Pues si no tienen perejil yo me voy corriendo, que me se
hace tarde para ir al médico.
(Sale del escenario)
DOCTOR. - Pero si el médico soy yo, o a lo mejor ya no lo soy, que soy
ferroviario o alcalde de Cuenca. ¡Esto es el colmo! ¡Vaya una forma de empezar
las consultas! ¡Me van a volver loco!
ENFERMERA. – Ya se lo advertí yo antes doctor pero no se irrite , que
era una pobre viejecita.
DOCTOR. – No me irrito, es verdad, no quiero irritarme tan temprano.
ENFERMERA. – Así me gusta. ¿Puedo pasar ya al segundo paciente?
DOCTOR.- De acuerdo, enfermera, haga pasar al siguiente paciente.
NARRADOR. – El buen doctor se repuso de la primera irritación y se
dispuso para recibir a otro paciente que era un hombre muy gruñón.
ENFERMERA. – ¡Tilín tilín, tilín tilán! Que pase el siguiente paciente;
don Alberto Canarias el Cascarrabias.
DOCTOR. - ¡Dios mío, don Alberto el Cascarrabias! (Dirigiéndose al
público) Este es un paciente muy gruñón, siempre viene peleando y protestando
por todo.
(Entra el paciente y se pone delante del doctor con aspecto de enfadado)
DOCTOR. - ¡Hombre, don Alberto Canarias! ¡Buenos días!
(Le tiende la mano para saludarlo pero el otro no le hace caso)
D. ALBERTO. - ¡Cómo que buenos días, como que buenos días muy malos
días!
DOCTOR. – Bueno, no se enfade, como usted quiera.
D. ALBERTO. - ¡Cómo que no me enfade, cómo que no me enfade! Tengo
razones de más para enfadarme.
DOCTOR. – Pues si quiere enfadarse se enfade quiero decirle que a mí me
da igual. Haga lo que usted quiera.
D. ALBERTO. - ¡Pero cómo puede decirle un doctor a un paciente que le da
igual! ¿Qué clase de doctor es usted?
DOCTOR. – No es eso. Quería decir… bueno nada dígame ¿qué le pasa?
D. ALBERTO. - ¿Que qué me pasa que qué me pasa? Eso lo sabrá usted que es
el médico.
DOCTOR. – Si, bueno he querido decir que ¿qué le pasa para estar tan
irritado?
D. ALBERTO. – ¿Ahora dice usted que estoy irritado? ¿Yo estoy irritado?
(Da un puñetazo en la mesa y lo dice tan enfadado que el médico se asusta y
esconde su cara detrás de un folio)
No se esconda y de la cara cobarde. ¿Yo estoy irritado?
DOCTOR. – (Hablando con miedo) Yo creo que sí.
D. ALBERTO. – (Dando otro puñetazo en la mesa) ¡Pues claro que estoy
irritado, y muy irritado, tengo motivos para estarlo. Pregúnteme por qué estoy
tan irritado. Eso es lo que me tiene que preguntar.
DOCTOR. – ¿Por qué está tan irritado don Alberto?
D. ALBERTO. – Porque no he podido dormir, no he pegado ojo en toda la
noche.
DOCTOR. – Pues si es ese el problema, yo le garantizo que se lo puedo
solucionar.
D. ALBERTO. - ¿Cómo piensa solucionar mi problema, haber? Me parece a mí
que se cree usted muy listillo.
DOCTOR. – No señor, solo soy un médico y le puedo asegurar que usted
padece insomnio que hace que usted no pueda dormirse y para eso existe una
medicina llamada somnífero que con una pastillita cada noche dormirá usted como
un lirón.
D. ALBERTO. - ¿Y ya está?
DOCTOR. – Si señor.
D. ALBERTO. - ¿Y se queda dormido el bicho?
DOCTOR. – Cae como un tronco.
(El paciente hace como que se va pero vuelve)
D. ALBERTO. – Si ya decía yo que usted era un mal médico. ¿Me puede
decir quién le va dar la pastilla al bicho?
DOCTOR. – Pues usted mismo.
D. ALBERTO. – De eso nada, yo no se la doy, ¿Qué quiere usted que me
muerda el bicho?
MÉDICO. – Pero de qué bicho está usted hablando hombre de Dios.
D. ALBERTO. – Del perro de mi vecina.
DOCTOR. – Yo cada vez me entero menos.
D. ALBERTO. – Será porque es usted un mal médico, porque la cosa está
bien clara.
DOCTOR. – (Poniendo gesto de resignación) Vamos a empezar otra vez por
el principio. Usted viene a mi consulta diciendo que no puede dormir. ¿De
acuerdo?
D. ALBERTO. – Sí.
DOCTOR. – Yo le receto unas pastillas para el insomnio.
D. ALBERTO. – Sí.
DOCTOR. – Le pregunto. ¿Se va usted a tomar las pastillas para dormir?
D. ALBERTO. – No.
DOCTOR. - ¿Y dice que le va a dar las pastillas al perro de su vecina?
D. ALBERTO. – Sí, eso es.
DOCTOR. – Pues no me entero.
D. ALBERTO. – No se entera porque es usted un ignorante y además un mal
médico.
DOCTOR. – ¿Por qué soy un mal médico?
D. ALBERTO. – Porque no se ha interesado por la causa de mi insomnio.
Cuando yo le dije que no podía dormir usted debía de haberme preguntado por qué
no podía dormir.
DOCTOR. – Pues bueno se lo pregunto ahora. ¿Por qué no duerme por la
noche don Alberto?
D. ALBERTO. – Pues porque el perro de mi vecina no para de ladrar. Por
eso no me puedo dormir.
DOCTOR. - ¡Virgen Santa! (Pone cara de asombro y se queda con la boca
abierta)
D. ALBERTO. – No se quede callado con la boca abierta que se le va a
llenar de moscas y dígame si le doy las pastillas al perro o no.
DOCTOR. – No ese somnífero es para las personas a los animales no le
hace efecto. Vaya usted al veterinario.
D. ALBERTO. – Ahora me manda al veterinario, después de estar aquí media
hora me manda al veterinario. Con razón dice todo el mundo que es usted un mal
médico. Me voy a mi casa a pegarle cuatro tiros al perro.
(D. Alberto se va como entró, muy malhumorado)
NARRADOR. – Como es natural el doctor se quedó hecho polvo después de
atender a don Alberto el Cascarrabias.
DOCTOR. - ¡Qué paliza de hombre, me pone de los nervios! Es que si por
mí fuera no lo atendería más. Necesito un tranquilizante para poder continuar
la consulta.
ENFERMERA. – No es bueno que se tome tantos tranquilizantes que se va a
quedar dormido.
DOCTOR. – ¡Pero si no me he tomado ninguno!
ENFERMERA. – Mejor así le paso al siguiente paciente.
DOCTOR. – Vale pero como pierda los nervios no respondo.
ENFERMERA.- ¡Tilín, tilín, tilín, tilín! Que pase el siguiente paciente.
Don José María Galimatías.
NARRADOR. – El siguiente paciente era un hombre que estaba loco de
remate.
DON JOSÉ MARÍA. – Enfermera yo me llamo José María Galimatías y tengo
tres pollitos en la barriga.
ENFERMERA. - ¿Y a mí qué me cuenta usted? Eso dígaselo al médico
D. JOSÉ MARÍA. - ¡Buenos días doctor!
MÉDICO. - ¡Buenos días! Veamos ¿Cómo se llama usted?
DON JOSÉ MARÍA. – Me llamo José María Galimatías.
MÉDICO. – (Hace como que escribe y dice) José María Galimatías, bien. ¿Y
qué le pasa a usted?
DON JOSÉ MARÍA. – Pues que tengo tres pollitos en la barriga.
MÉDICO. – (Sigue escribiendo) Tiene tres pollitos en la barriga. Querrá
decir usted que se ha comido tres pollitos y que los tiene todavía en la
barriga. ¿No?
DON JOSÉ MARÍA. – No.
MÉDICO. – Pues entonces. ¿Qué hacen los pollitos en su barriga?
DON JOSÉ MARÍA. – Uno me canta otro me pía y el otro me llama José María
Galimatías. ¡Ja, ja, je, je, ji, ji, jo, jo, ju, ju!
MÉDICO. – (Pone caras raras) Creo que me
he perdido algo y no me he enterado bien. Vamos a empezar de nuevo. ¿Cómo se
llama usted?
DON JOSÉ MARÍA. – Me llamo José María Galimatías.
MÉDICO. – Muy bien. Ahora dígame qué le pasa.
DON JOSÉ MARÍA. – Que tengo tres pollitos en la barriga.
MÉDICO. – Eso ya no me gusta. ¿Y qué hacen los pollitos en su barriga,
estarán haciendo la digestión?
DON JOSÉ MARÍA. – No señor.
MÉDICO. – Entonces. ¿Qué hacen vamos a ver?
DON JOSÉ MARÍA. – Uno me canta, otro me pía y el otro me llama José
María Galimatías.
MÉDICO. – (Vuelve a poner caras raras, mira al público, se queda callado
por espacio de cinco segundos y…) ¿Y qué más le dicen los pollitos?
DON JOSÉ MARÍA. - Pues me dicen también “estás como una cabra José
María” ¡Ja, ja, je, je, ji, ji, jo, jo, ju, ju!
MÉDICO. - ¡Y qué razón tienen!
DON JOSÉ MARÍA. – ( Se acerca al médico y le dice en la cara) Me llamo
José María Galimatías y tengo tres pollitos en la barriga, uno me canta, otro
me pía y el otro me llama José María Galimatías. ¡Ja, ja, je, je, ji, ji, jo,
jo, ju, ju!
MÉDICO. – (Asustado) ¡Enfermera! Quíteme a este loco de encima, que es
contagioso y me va a pegar su locura.
(La enfermera coge de un brazo a don José María y tira de él)
ENFERMERA. - ¿Y qué hago con él doctor?
MÉDICO. – Dale una patada en el culo y mándalo al manicomio.
(La enfermera hace lo que le dice el médico)
ENFERMERA. - ¡Toma, vete al manicomio tú y tus pollitos!
DON JOSÉ MARÍA. – (Hace como que se cae) ¡Ay!
MÉDICO. – Enfermera, haga pasar al siguiente paciente.
ENFERMERA. – Que pase el siguiente paciente: don Fernando Candelas el
del dolor de muelas.
NARRADOR. – El siguiente paciente era un buen hombre que traía un dolor
de muelas grandísimo, la cara muy inflamada por un flemón y claro así no podía
ni hablar.
DOCTOR.- Siéntese ahí y dígame lo que le pasa.
DON FERNANDO.- (Hace como que no puede hablar y señala su cara) E. E. U.
E. E. LA. U. E. LA. (Tiene que quedar claro que quiere decir “que me duele la
muela”)
DOCTOR.- ¿Cómo dice? ¿Qué vende a su abuela?
DON FERNANDO.- No, no. (Repite lo mismo que la vez anterior)
E. E. U. E. E. LA. U. E. LA.
DOCTOR. – Que la mesa se vuela. ¿Está usted loco?
D. FERNANDO. - Que me duele la muela. (Ahora lo pronuncia bien)
DOCTOR. - ¿Que le duele la muela? Muy bien. Abra la boca.
(El paciente abre la boca y el doctor lo mira)
NARRADOR. – El doctor que a estas alturas ya estaba harto y más que
harto la pagó con la muela de don Fernando.
DOCTOR.- Ya la veo. Tiene una muela picada. Maldita muela, se le ha
picado la muy mala y por eso le duele. Pero no se preocupe, le voy a dar una
paliza a la muela que se va a enterar.
DON FERNANDO.- ¿Me A. doler U. O? (Tiene que entenderse “¿me va a doler
mucho?”
DOCTOR.- Sí, pero luego se le pasa. Enfermera tráigame los alicates, el
destornillador y la llave inglesa.
ENFERMERA.- Aquí los tiene doctor.
(El doctor los coge y hace ruido, dando golpes uno contra otro)
DOCTOR. Sí, están en perfecto estado. Le voy a sacar la muela en un
santiamén. Pero antes voy a darle a la muela una buena paliza.
D. FERNANDO. - Un momento, ¿Qué dice usted? ¿Me va a pegar una paliza?
DOCTOR. - No a usted no, ¡Por Dios, yo no le pego nunca a mis pacientes.
D. FERNANDO. - ¡Ah, bueno!
DOCTOR. - Me refería a su muela, mire, para empezar le daré un
martillazo así (Da un golpe con el martillo en la mesa o en otro sitio) por ser
tan mala.
D. FERNANDO. - ¿A mi muela?
DOCTOR. - Si. A su muela, a su muela. Y luego la voy a coger con las
tenazas y la voy a retorcer así y así, por producirle dolor a usted (Coge con
las tenazas algún objeto y lo retuerce).
D. FERNANDO. - Pero ¿A quién le va a hacer eso?
DOCTOR.- A su muela, por supuesto, usted no se preocupe.
D. FERNANDO. - ¡Ahh!
DOCTOR. - Y después cojo el sacacorchos y se lo clavo así y la saco, y
cuando la tenga cogida la tiraré contra el suelo y la pisaré y la machacaré por
haber sido tan mala y haberle dolido. Abra la boca.
(El enfermo ante este alarde del médico pone cara de susto, se levanta de la
silla y va retrocediendo)
DON FERNANDO.- Un momento doctor, creo que ya no tiene que hacerle eso a
mi muela. Se ve que se ha asustado al ver las cosas que le iba a hacer y ya no
me duele.
DOCTOR. - No me diga. ¿Ya no le duele?
(D. Fernando se levanta y se dispone a irse)
DON FERNANDO. - Parece que ya me duele menos... (Da dos pasos por el
escenario) pero ¡Ay! Otra vez me duele.
DOCTOR. - Siéntese, siéntese. ¡Enfermera, el martillo! Que le voy a
atizar a la muela.
(La enfermera le da el martillo al doctor)
D. FERNANDO. - Espere, espere doctor.
DOCTOR. - ¿Qué pasa ahora?
D. FERNANDO. - ¡Que ya no me duele, que ya no me duele!
(Se levanta y hace como que se va)
DOCTOR. - Entonces ¿ya no se la saco?
D. FERNANDO. - No doctor. Me voy a mi casa a...¡Ay, ay, otra vez me
duele!
DOCTOR. - Pues venga siéntese otra vez que se va a enterar esa maldita
muela lo que le voy a hacer.
(Se sienta)
D. FERNANDO. - ¿Qué le va a hacer ahora a la muela?
DOCTOR. - Que ¿qué le voy a hacer? Que ¿qué le voy a hacer? Voy ahora a
por la escopeta y le pego cuatro tiros a esa maldita muela que ya me está
cabreando a mí. ¡Enfermera la escopeta!
ENFERMERA. - Ahora mismo se la traigo doctor.
D. FERNANDO. – Doctor, me voy a mi casa.
DOCTOR. - ¿Es que ya no le duele la muela?
D. FERNANDO. – Si, me duele mucho pero me acabo de cagar los pantalones.
(Sale corriendo por el escenario perseguido por el doctor)
DOCTOR.- Espere hombre, que si no le saco la muela le puedo matar el
nervio de un tiro.
DON FERNANDO. ¡No quiero! ¡Está usted loco! ¡Me voy! (Sale
definitivamente)
ENFERMERA. – Me da a mí doctor que se ha pasado usted un pelín con este
paciente.
DOCTOR. – Pero si con él no me he metido era con su muela.
ENFERMERA. – A mí no me engaña, usted ha hecho todo esto para que se
cagara de miedo y creo que lo ha conseguido.
DOCTOR.- Bueno vale, estaba muy cansado y nervioso. Enfermera, guarde
las herramientas y pase al siguiente paciente.
ENFERMERA. – Las siguientes pacientes son las dos hermanas gemelas;
Pamela y Carmela.
(Pasan las dos gemelas)
NARRADOR. – Las dos últimas pacientes eran dos hermanas gemelas
empeñadas en demostrar que siempre le pasaban las mismas cosas a la vez.
GEMELAS. - ¡Buenos días doctor!
DOCTOR. - ¡Buenos días. Decidme cómo os llamáis.
GEMELAS. - Somos las hermanas gemelas Pamela y Carmela.
MELA. – Yo soy Pamela, hermana gemela de Carmela.
CARMELA. – Y yo Carmela hermana gemela de Pamela.
GEMELAS. - ¿Se ha enterado bien?
DOCTOR. – Si muy bien.
GEMELAS. – Pensamos que no. Vamos a cambiarnos. (Se cambian de sitio) A
ver doctor. ¿Quién soy yo? Y ¿Quién es ella?
DOCTOR. – Tú eres Carmela y tu Pamela.
GEMELAS. – No ha acertado. Yo soy Pamela y esta es mi hermana gemela
Carmela. ¿Se ha enterado ya?
DOCTOR. – Y yo soy su abuela… vale de adivinanzas y decid lo que os
pasa. ¿A qué habéis venido al médico las dos juntas?
GEMELAS – Venimos juntas porque somos gemelas ya se lo hemos dicho.
DOCTOR. - ¿Y qué tiene que ver?
GEMELAS. – Pues que todo lo hacemos a la vez. Comemos. A la vez, bebemos
a la vez y nos ponemos malas a la vez.
DOCTOR. - ¿Y también os tiráis los pedos a la vez?
GEMELAS. - ¡Qué marrano es usted!
DOCTOR. - ¡Bueno dejar de marearme y decidme lo que os pasa!
CARMELA. – A mí doctor me duele la cabeza, la garganta y tengo tos.
DOCTOR. – Está claro que usted tiene la gripe. ¿Y a usted qué le pasa?
PAMELA. – Que también tengo la gripe.
DOCTOR. – Pero dígame qué síntomas tiene. ¿Le duele la cabeza, la
garganta y también tiene tos?
PAMELA. – No doctor. A mí me pican las orejas y me aprietan los zapatos.
DOCTOR. – (Poniendo cara de alucinado) ¿Qué?
PAMELA. – Lo que le he dicho que a mí me pican las orejas y me aprietan
los zapatos nada más.
DOCTOR - ¿Y por eso viene al médico?
PAMELA. – Si y porque soy hermana gemela de Carmela y las dos nos
ponemos malas a la vez y nos pasan las mismas cosas.
DOCTOR. – Pues ahora no le pasa lo mismo porque usted no tiene gripe y
ella sí.
PAMELA. – Usted qué sabe. Yo tengo lo mismo que mi hermana y ya está que
para eso somos gemelas.
DOCTOR. – Con que yo que se, con que yo que se le voy a…(El doctor
empieza a dar porrazos y a hacer gestos raros, la enfermera lo ve…)
ENFERMERA. – Tómese la pastilla doctor, el tranquilizante.
(El doctor hace como que se toma una pastilla)
¿Se encuentra ya mejor doctor?
DOCTOR. – Si ya me encuentro mejor pero llévese de aquí a las dos
gemelas que me van a volver loco.
GEMELAS. - ¿Y nos va a echar de aquí sin recetarnos nada?
DOCTOR. – A la que tiene la gripe si le receto un antigripal.
PAMELA. - ¿Y yo también me tomo el antigripal?
DOCTOR. – No a usted si le pican las orejas se las lava que seguro que
es porque las tiene sucias. Y si le aprietan los zapatos se los quita y los
tira a la basura.
PAMELA. – Pero si son nuevos. ¡Cómo los voy a tirar!
DOCTOR. – Pues no los tire. Haga lo que le de la gana. Y usted tome la
receta y se compre el antigripal y ahora váyanse las dos y déjenme en paz.
GEMELAS. – Si nos vamos y ¿sabe lo que vamos a hacer?
DOCTOR. – Si, a comprarse unos zapatos y las medicinas.
GEMELAS. – Pues no, vamos a comprarnos un bikini y nos vamos de
vacaciones al Caribe. ¡Adiós!
DOCTOR. – Entonces ¿para qué han venido al médico? Esto es el colmo, yo
es que las mataba. (Empieza otra vez a hacer gestos)
ENFERMERA. – Tranquilo doctor, tranquilo.
DOCTOR. – Si es que esto es el colmo, ¿para qué vendrá la gente al
médico?
ENFERMERA. – En eso tiene usted toda la razón vienen al médico lo mismo
que al “Carrefur”. Bueno. ¿Se encuentra usted ya descansado y tranquilo?
DOCTOR. – Si ya estoy tranquilo.
NARRADOR. – El doctor hizo lo que pudo por tranquilizarse y ordenó que
pasara su último paciente que era una señorita muy delicada y muy fisna que
había llegado de Madrís.
ENFERMERA.- ¡Tilín, tilín, tilín, tilín! Que pase la señorita Marisol
Martín procedente de Madrid.
(Entra en la consulta la señorita, contoneándose y hablando cursi)
MARISOL.- ¡Buenísimos días, días! ¿Es usted el doctor Cabreras?
DOCTOR.- Sí. Siéntese por favor y dígame lo que le pasa.
MARI SOL.- Verá doctor. ¡Ji, Ji, Ji! Pues no lo sé.
DOCTOR.- ¡Cómo que no lo sabe!
MARI SOL.- No lo sé doctor, porque unas veces me encuentro mal y otras
me encuentro bien.
DOCTOR.-¡Que raro! Vamos a ver. Empecemos por arriba ¿Como anda de la
cabeza?
MARISOL.- La cabeza, doctor, a veces se me va y a veces se me viene.
DOCTOR.- ¡Qué raro! Y la garganta. ¿Le duele?
MARISOL.- Pues la garganta, unos días me duele y otros días no me duele.
¿Es grave doctor?
DOCTOR.- No lo sé. Veamos el corazón.
MARISOL.- El corazón doctor, a veces lo siento y otras veces no lo
siento.
(El doctor empieza a poner caras raras, mira a la paciente, mira al público,
levanta los hombros)
DOCTOR.- Bueno, eso es normal. Pasemos al estómago. ¿Hace bien la
digestión?
MARISOL.- La digestión la hago y no la hago; pero un día se me cortó.
(El doctor pone caro de extrañado)
DOCTOR.-Pero ¿le duele?
MARISOL.- Pues verá usted, parece que me duele pero no me duele.
(El doctor sigue poniendo cara de mosqueo)
DOCTOR.- Bueno, veamos el vientre. ¿Hace usted de vientre?
MARISOL.- Unos días sí y otros días no. Cuando me entra gana. ¡Qué cosas
tiene usted! ¿Es grave doctor? ¿Me receta algo?
(El doctor ha llegado ya al límite de su paciencia y explota)
DOCTOR.- (Con voz fuerte muy irritado) Mire usted esta receta: ¿La ve?
MARISOL.- Sí doctor.
DOCTOR.- Pues si quiere va con ella a la farmacia y si no quiere no
vaya. Si va a la farmacia la compra y si no quiere no la compra. Si la compra
se la toma y si no quiere no se la toma. Y al final usted se cura pero no se
cura, porque yo hago como que se la doy pero no se la doy. Y ya puede usted
irse para su casa, porque yo no soy el médico que soy un fontanero.
(Se quita la bata de médico y se queda con el traje de fontanero)
Y ahora me voy a arreglar un grifo.
MARISOL. - (Abre la boca y lo mira embobada) ¡Virgen Santa! ¡Si no lo
veo no lo creo!
FIN